Hoy
he estado esperando a un amigo durante aproximadamente cuarenta minutos, luego
me he fijado y han sido diez pero me han parecido cuarenta y he pensado en lo
contrario.
El
otro día, volví a quedar después de mucho tiempo, con viejos amigos del
colegio, todos europeos. Hago el inciso sobre el echo de que sean europeos por
lo siguiente. Como buenos europeos, quedamos a cenar sobre las ocho y media-
vamos, casi se me junta con la merienda- naturalmente, a las 20:34 ya me
estaban mandando mensajes preguntándome que donde estaba. No pensaban que me
habría ocurrido nada, simplemente, son europeos… Yo como buen español, llegué a
eso de las nueve y cuarto como quien dice nueve y media. De ninguna manera pudo
faltar mi mensaje de “estoy de camino” recién
salido de la ducha y el reloj apuntando a las nueve.
El
caso es que en una cena de ocho, diez amigos que llevan tiempo sin verse el
retraso no tiene mayor incidencia ya que no se queda una persona esperando sola
y el entusiasmo y alegría que supone el volver a verse después de tanto tiempo
supera de largo el momento incomodo de decir “perdón, llego tarde” como si nadie se hubiese dado cuenta. Pero cuando
a uno le toca esperar sólo, siempre tiene que estar haciendo ALGO. Por ALGO me
refiero, a fumarse un cigarro después de otro, o inventarse conversación
telefónicas y por mensajes como si fuese algo malo el estar esperando, como si
perdiésemos cierta dignidad por estar esperando, y es que creo que se ha
perdido la elegancia del que espera.
Pensándolo bien, deberíamos
aprovechar esos momentos de tranquilidad, de estar solos poder pensar en
estudios, en trabajo, en chicas o en chicos, pensemos en una película en un
libro, en una noche pasada o en una noche que esta por venir, pensemos en ella
o en ellas, y no dejemos nunca de hacerlo o simplemente, no pensemos en nada y
“abramos la nothing box” (no lo
intentéis, vosotras mujeres, sois incapaces de no pensar en nada como lo
demuestra Mark Gungor)
Disfrutemos
pues, de las vistas, del sol o de la lluvia, de la primera y ultima calada de
ese cigarrillo, del primer sorbo de una cerveza o del ultimo hielo de una copa.
Disfrutemos solos de esos momentos que solo nosotros podemos disfrutar. Hasta
que entonces, aparezca esa persona a la estaba esperando pero yo por dentro
seguiré pensando en lo que decía Calderón de la Barca “Afortunado es el hombre que tiene tiempo para esperar”.
Y
así, estuve esperando a un amigo…
Vividor empedernido &
Cia.