martes, 8 de abril de 2014

Esperando a un amigo


   Hoy he estado esperando a un amigo durante aproximadamente cuarenta minutos, luego me he fijado y han sido diez pero me han parecido cuarenta y he pensado en lo contrario.
El otro día, volví a quedar después de mucho tiempo, con viejos amigos del colegio, todos europeos. Hago el inciso sobre el echo de que sean europeos por lo siguiente. Como buenos europeos, quedamos a cenar sobre las ocho y media- vamos, casi se me junta con la merienda- naturalmente, a las 20:34 ya me estaban mandando mensajes preguntándome que donde estaba. No pensaban que me habría ocurrido nada, simplemente, son europeos… Yo como buen español, llegué a eso de las nueve y cuarto como quien dice nueve y media. De ninguna manera pudo faltar mi mensaje de “estoy de camino” recién salido de la ducha y el reloj apuntando a las nueve.
El caso es que en una cena de ocho, diez amigos que llevan tiempo sin verse el retraso no tiene mayor incidencia ya que no se queda una persona esperando sola y el entusiasmo y alegría que supone el volver a verse después de tanto tiempo supera de largo el momento incomodo de decir “perdón, llego tarde” como si nadie se hubiese dado cuenta. Pero cuando a uno le toca esperar sólo, siempre tiene que estar haciendo ALGO. Por ALGO me refiero, a fumarse un cigarro después de otro, o inventarse conversación telefónicas y por mensajes como si fuese algo malo el estar esperando, como si perdiésemos cierta dignidad por estar esperando, y es que creo que se ha perdido la elegancia del que espera.
Pensándolo bien, deberíamos aprovechar esos momentos de tranquilidad, de estar solos poder pensar en estudios, en trabajo, en chicas o en chicos, pensemos en una película en un libro, en una noche pasada o en una noche que esta por venir, pensemos en ella o en ellas, y no dejemos nunca de hacerlo o simplemente, no pensemos en nada y “abramos la nothing box” (no lo intentéis, vosotras mujeres, sois incapaces de no pensar en nada como lo demuestra Mark Gungor)

Disfrutemos pues, de las vistas, del sol o de la lluvia, de la primera y ultima calada de ese cigarrillo, del primer sorbo de una cerveza o del ultimo hielo de una copa. Disfrutemos solos de esos momentos que solo nosotros podemos disfrutar. Hasta que entonces, aparezca esa persona a la estaba esperando pero yo por dentro seguiré pensando en lo que decía Calderón de la Barca “Afortunado es el hombre que tiene tiempo para esperar”.
Y así, estuve esperando a un amigo…





Vividor empedernido & Cia.